Para explicar los procesos que dan lugar a las crisis
capitalistas, Sweezy hace un repaso de algunas diferencias esenciales entre la
producción simple de mercancías y la forma de producción propia del
capitalismo.
En la producción simple de mercancías, el propósito del
dinero es separar el acto del cambio en dos partes diferenciadas en el tiempo y
el espacio, dando lugar a una forma de cambio tal como M-D-M, lo cual significa producción para el consumo; dado que el
consumo constituye un proceso continuo, es poco probable que en este modo de
producción se den crisis.
La forma de circulación M-D-M de la producción simple de mercancías se convierte en D-M-D’ en la producción capitalista; tal
es la diferencia fundamental entre ambos modos de producción. En lo que
concierne al valor de cambio, en la producción simple de mercancías la M al comienzo y la M al final son idénticas; desde el punto
de vista del valor de uso, la primera M
no tiene ningún valor para el productor, mientras que la segunda posee un valor
de uso mayor. Esta diferencia es el propósito del cambio.
En la forma de circulación del capitalismo, D-M-D’, uno empieza con D, al cual lanza a la circulación a
cambio de fuerza de trabajo y medios de producción; tras un proceso de
producción reaparece en el mercado con M
para transformarlo en D’. Ni la
D ni la D ’ poseen valor de uso, su valor es de
cambio. La diferencia cuantitativa entre D
y D’
supone la expansión del valor, lo cual constituye la tasa de la
ganancia. Esto no quiere decir que la forma de circulación M-D-M esté ausente en el capitalismo; de hecho, la gran mayoría de
la gente participa de esta forma de circulación: el obrero comienzo con una
mercancía, su fuerza de trabajo, la convierte en dinero, y finalmente emplea éste
para adquirir artículos necesarios.
Marx dirige una
crítica a la Ley de los
mercados de Say, según la cual a una venta sigue una compra por igual
cantidad, por lo que no es posible una interrupción de la circulación de M-DM y, por lo tanto, no puede haber
crisis ni sobreproducción. La razón de esta crítica es la pretensión de que tal
tesis sea empleada en cualquier circunstancia más allá de la producción simple
de mercancías.
El capitalista no se ve obligado a comprar por el simple
hecho de haber vendido, ya que ambas operaciones están separadas en el tiempo y
el espacio. Si éste vende y deja de comprar origina la crisis y la
sobreproducción (ya que la crisis es causa de la sobreproducción). Su propósito
fundamental es aumentar la tasa de la ganancia, es decir, que D’ sea todo lo mayor posible que D. No evalúa su éxito en base al valor
absoluto de la tasa de la ganancia, sino por el volumen de ésta en relación a la
magnitud de su capital original.
Partiendo de que cualquier interrupción en el proceso de
circulación, como puede ser la retención del poder de compra, podría dar origen
a crisis y sobreproducción, y de que el capitalista dudará en lanzar su capital
a la circulación ante el descenso de la tasa de la ganancia respecto a su nivel
ordinario, se entiende que las crisis estén implícitas en los procesos de
producción capitalistas.
El capitalista dispone de dos cursos de acción
esenciales: lanzar su capital a la circulación, o conservarlo. Tan pronto se
reduzca la tasa de la ganancia a un nivel inferior al ordinario, el capitalista
reducirá sus operaciones. Tarde o temprano deberá reinvertir su capital, pero
mientras la tasa de la ganancia no vuelva a su nivel ordinario, éste tenderá a
abstenerse de hacerlo. Esta interrupción del proceso de circulación es el
origen de las crisis.
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